El indigente Mis zapatos me miran; con la boca abierta me piden comida. Mi ropa está cansada de mi cuerpo maltrecho. De tanto querer huir, se rompió su alma de vidrio, que deshace y deshace los añicos en cristales de su hambre indomable, inmutable. Está bien ser indigente , pero el aseo es otra cosa; don de gente. Me baño con el jabón espumoso de un río sin plata. ¡Me baño con la lejía natural de un mar con bolsillos vacíos! En mi estómago un león habita. Noto que cada día, su rugir es más fiero. Tendré que darle consu…
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